jueves, 29 de marzo de 2007

Ibsen: "La mayoría tiene el poder, pero no forzosamente la razón"

Henrik Johan Ibsen consiguió con algunas de sus obras hacer tambalear los valores de una sociedad que empezaba a experimentar cambios sociales y del pensamiento propios de finales del siglo XIX. Su producción teatral más controvertida corresponde a la llamada etapa critico-social, entre 1877 y 1882, con la que consiguió escandalizar al público y provocar polémica entre la burguesía conservadora de la época, convirtiéndose en uno de los dramaturgos modernos más influyentes de su tiempo. Estos días, en el teatro Valle Inclán de Madrid, bajo la dirección de Gerardo Vera se representa “un enemigo del pueblo”, donde se ensalza la lucha individual por defender la verdad frente a una mayoría que prefiere mirar hacia otro lado cuando sus intereses privados entran en conflicto con el bien público.

De esta manera, Ibsen nos presenta una sociedad corrompida donde prevalece la hipocresía por miedo a sucumbir ante un problema común que atañe a todos y al que hay que encontrar una solución antes de que sea demasiado tarde. Aún cuando esa verdad suponga el hundimiento de un pozo de beneficio, que en el fondo se sustenta en la mentira y cuya podredumbre acabará por liquidar a la misma sociedad que la sostiene.

El protagonista de la obra, Thomas Stockmann descubre que las aguas del balneario de la ciudad, sobre las que se asienta la prosperidad de toda la ciudad, están contaminadas. Un buen propósito, como la comunicación de dicho hecho no obtiene la respuesta esperada, cuando algunos de los beneficiarios ven en la búsqueda de una difícil solución un posible daño a sus intereses privados más inmediatos, como la perdida del empleo o la ruina.

La corrupción se asoma entonces como una problemática a la que todos podemos sucumbir si olvidamos que tapar un agujero o no afrontar “una verdad incómoda” supone condenarse a si mismo y al resto de la humanidad. Un tema que está totalmente vigente en nuestros días, y que no puede dejar indiferente a nadie que vea esta obra.

El pueblo se nos presenta como una masa fácil de influir, una mayoría que cegada por el interés privado o simplemente por el miedo a la incertidumbre opta por la vía más fácil. Stockmann pasa de ser “el salvador” a ser “un enemigo del pueblo”. El personaje representa una minoría dispuesta a dejarse la piel por decir la verdad, por encima de todo, con tal de defender sus principios. Las minorías se nos presentan aquí como algo necesario, algo a lo que hay que proteger, porque la diferencia de opinión supone admitir el estado democrático de quien está en su pleno derecho de defender sus ideas sin ser perseguido por ellas. Algo realmente moderno como pensamiento, en una sociedad donde se tiende cada vez más a la no pluralidad, a la eliminación u omisión de partidos políticos.
El hombre solitario se presenta aquí como el hombre más fuerte, el que debe seguir adelante asumiendo el precio de decir la verdad, y de sufrir así la marginación y la persecución. Para Ibsen, la mayoría haciendo uso del sufragio universal tiene el poder, pero no forzosamente la razón. Y es que ¿Cuántos dictadores o incompetentes han llegado al poder y llevado a la ruina a la sociedad aún cuando han sido elegidos por mayoría? Bush o Hitler tienen o tuvieron el poder, pero sin duda no tienen o tuvieron de su parte a la razón, la historia y el presente son la mejor prueba de ello.

sábado, 17 de marzo de 2007

El realismo mágico y el poder de las palabras

Gabriel García Márquez es considerado uno de los grandes precursores del realismo mágico, una tendencia literaria que surgió y se desarrolló principalmente en los años 60 y 70 en Latinoamérica. Su principal característica es la fusión de elementos narrativos fantásticos y reales. A través de la palabra se transforma la realidad, cuestionando la simplicidad de las cosas. Los elementos simbólicos, las tradiciones y la superstición hacen parte del contenido narrativo, cuya estructura no tiene porque seguir un orden lógico. Se prioriza ante todo la construcción desglosada de un relato donde el lector va descubriendo poco a poco las distintas realidades, según los diferentes enfoques que aportan los personajes. El realismo mágico surge en un momento histórico donde las dictaduras latinoamericanas hacen de las palabras un símbolo y una herramienta contra el autoritarismo. Su fuerza radica en hacer de lo cotidiano algo extraordinario y maravilloso sin que por ello sea considerado sobrenatural. Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier y Julio Cortázar hacen parte del elenco de escritores que han adoptado este género como algo que les caracteriza, y que ha marcado a toda una generación literaria en Latinoamérica. Asimismo, Gabriel García Márquez combina la faceta literaria con el periodismo, lo que le llevó a ser precursor del Nuevo Periodismo. En 1994 creó la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano donde hoy en día se imparten talleres sobre como hacer un periodismo diferente, donde lo literario no sea algo excluyente, sino un importante factor a la hora de relatar un acontecimiento.

domingo, 11 de marzo de 2007

De lo ideal a lo real


Empiezas a desvanecerte,
Y en esa metamorfosis gradual e inadvertida
Parte de mi ser desaparece contigo y se convierte
En una sombra indefinida.
Es una pérdida silenciosa e insospechada,
Que se va fraguando a escondidas,
Desde el vacío de las palabras nunca pronunciadas.
Es un adiós sin acento,
Sin fuerza, ni vigor,
Endeble en sus formas,
Y desprovisto de calor.
Es una ausencia física,
Química y astronómica,
Es una evaporación del espíritu,
Es una grieta en el alma…

Y en esa metamorfosis
Desaparecemos los dos,
Protagonistas de historias románticas y novelescas,
De caballeros y damas,
De amores corteses y vanagloriados.

Retomamos nuestra forma originaria y primitiva,
Cual pegotes de carne y hueso,
Imperfectos y reales,
Serenos y antiguos, en una soledad recuperada


Virginia.

domingo, 4 de marzo de 2007

¿Por qué es imprescindible el periodismo cultural?

El periodismo cultural no tiene porque estar unificado en una sola definición, puesto que la definición de cultura es ya de por sí compleja. Para ello se crearon distintas formas o especialidades a la hora de tratar un hecho cultural, basándose ya no sólo en el tratamiento y el estilo de la información cultural, sino en lo que se refiere al contenido. Por ello, como bien dice Eugenio Castelli las tres funciones principales del periodismo cultural serían: informar, formar e entretener, y en base a ello se obtendrán múltiples variantes de periodismo cultural.

Una noticia cultural de entretenimiento puede ser tratada por cualquier periodista que tenga suficiente conocimiento del tema, como para juzgar un producto cultural concreto (Película, libro, obra de teatro) y en el caso de no tener dicho conocimiento la obligación del periodista es siempre buscar información y cubrir las lagunas que tenga para poder juzgar un hecho cultural desde una óptica más enriquecedora, que le permita ser más riguroso en su análisis.

El periodismo cultural puede tener efectivamente distintos públicos y existe en función de una demanda de información determinada, lo que nos remite al fenómeno antropológico, es decir, al estudio de aquello que culturalmente interesa en un momento dado. En ese sentido, un periódico se focaliza en un tipo de información cultural por la que el público pueda sentir curiosidad. El periodismo cultural interesa a quien ya tiene una base en lo referente a un tema cultural, y desea ampliar o contrastar sus conocimientos, así como saciar su sed de conocimiento. Ese conocimiento contribuye a desarrollar la reflexión, puesto que la información cultural puede adquirir diversas formas (reportaje, crónica, periodismo literario) que ahonda y profundiza sobre un hecho cultural concreto. La información cultural puede favorecer la construcción de una sociedad más fuerte intelectualmente para seguir construyendo su propia identidad, y por esto mismo siempre será necesario.

viernes, 2 de marzo de 2007

La riqueza perceptiva del híbrido de culturas

Original y atrevida, provocadora e incisiva. Estos son los adjetivos que caracterizan a la autora belga Amélie Nothomb, capaz de transmitir la soledad y al mismo tiempo la riqueza perceptiva de alguien que a lo largo de su vida ha tenido que enfrentarse al desarraigo que supone llevar una vida nómada desde la infancia.

Un privilegio y al mismo tiempo un obstáculo para ubicarse mentalmente en un lugar del mapa, lo que la llevaría a describirse a sí misma como “una exiliada” sin nacionalidad. Estas circunstancias personales marcarían definitivamente sus preocupaciones vitales y su carácter solitario que la llevarían a volcarse en la escritura como una manera de exorcizar sus propios fantasmas y al mismo tiempo compartir con sus lectores un mundo interior extremadamente rico e imaginativo.

Nacida en Kobe (Japón) en 1967 tuvo una infancia donde ya empezaba a vislumbrarse su precocidad, que más tarde sería retratada en su libro “la metafísica de los tubos”, en el que plasma sus impresiones del mundo cuando apenas contaba con 3 años. La memoria es uno de los puntos fuertes de esta escritora, que supo captar la fragilidad y lo efímero de las cosas ya desde tan tierna edad, acostumbrada a viajar y a cambiar constantemente de país y de ambiente, debido a la profesión de su padre, que era un prestigioso escritor y embajador belga destinado al principio a Japón.

Amélie descubrió en Japón que la omnipotencia infantil, casi divina, sólo dura unos años y que las cosas, las situaciones y las personas son perecederas. Este sentimiento la llevó a desarrollar un fuerte instinto para valorar el presente y las experiencias felices de su entorno más inmediato. En su trasiego junto a su familia por China, Nueva York, Birmania y Bangladesh llegó por primera vez a Bélgica con 17 años, donde experimentó el impacto de encontrarse con una cultura occidental para la que no estaba preparada y un mundo que le resultaba totalmente ajeno. Estudiante de filología greco-latina y romana en ‘l’Université libre de Bruxelles’ se aisló y se sumergió en un mundo propio que le llevó a escribir sus primeras novelas.

Fue en 1992 cuando tuvo la primera oportunidad de mostrar al mundo su dominio del lenguaje y la originalidad de sus ideas con la publicación de “la higiene del asesino”, con el que cosechó un gran éxito de crítica y de ventas, y consiguió hacer de la escritura su medio definitivo de subsistencia con apenas 25 años. A través del discurso de los personajes principales se establece un duelo entre ellos que desemboca en un desenlace sorprendente y audaz.

La cultura japonesa es también un tema recurrente que aparece en algunas de sus novelas, en parte autobiográficas y en parte ficticias. Su experiencia en este país la marcó de por vida, y ha guardado en ese sentido un recuerdo feliz asociado a la infancia, así como un recuerdo algo más desagradable, procedente de su primera experiencia laboral allí. De esta manera, Amélie se muestra por un lado amante de la cultura asiática y al mismo tiempo adopta una postura crítica con respecto a una serie de valores de armonía y equilibrio que los japoneses valoran en la teoría, pero que no saben ejercer en la práctica en lo referente al mundo burocrático y de la comunicación en general. Dicha experiencia personal aparece publicada en “estupor y temblores”, con la que volvió a triunfar entre sus seguidores.

Os recomiendo leer tanto “la metafísica de los tubos” como “estupor y temblores”, que me sorprendieron tanto en lo referente a la estructura narrativa como en lo que respecta a la historia en si misma, cuyo surrealismo es tal que en ocasiones impresiona saber que el relato está basado en las experiencias personales y vitales de esta escritora, en continua interacción sensorial con el mundo que la rodea, y dotada de una capacidad innata para manejar de forma muy hábil el lenguaje.

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