domingo, 29 de abril de 2007

Internet, ¿un pozo sin fondo de sabiduría?

Internet, así como el soporte informático suponen toda una revolución en lo que respecta al almacenamiento y a la gestión de la información. La manera de leer, buscar y asimilar información ha cambiado. Ciertamente lo que se valora hoy en día es la capacidad de los lectores para encontrar aquella información que realmente necesitan o les interesa. Pero la información por si misma no es “conocimiento”. Para ello, es necesario la interpretación y asimilación de la misma, y en ese sentido tener una mayor accesibilidad a la información no significa forzosamente estar mejor informado o tener una mayor cultura.

La principal desventaja de la Red es la masificación de la información, una marea en la que es fácil perderse, sobre todo para aquellas generaciones acostumbradas a un patrón de lectura diferente a través del formato textual del libro. También el formato digital nos produce todavía cierta desconfianza, ya que cualquier persona hoy en día puede escribir en la red una información que no tiene porque ser fidedigna. Pude comprobarlo personalmente a la hora de buscar información sobre la vida de García Márquez o sobre Amélie Nothomb. Tuve que buscar aquellos elementos significativos o que coincidían en las distintas versiones, ya que de alguna manera los hechos que coinciden hacen que la información parezca más veraz. Por supuesto, se tiene que tener en cuenta entonces la verosimilitud de la fuente.

Por otro lado, la información en la red cambia constantemente, se actualiza a cada minuto, lo que sin duda es una ventaja. Pero al mismo tiempo la rapidez con la que circula la información hace que aumente la posibilidad de equivocarse. Suele pasar por ejemplo en los conflictos bélicos, las agencias de pronto se vuelven locas y difunden datos que luego se van transformando y desfigurando, a medida que el periodista va obteniendo más información. Por lo tanto, aunque en la web de turno publiquen por ejemplo los primeros datos del escrutinio de unas elecciones, será necesario siempre esperar para obtener una información más completa y veraz. La competitividad de los periodistas y la voluntad de batir records en velocidad hacen que los primeros datos de cualquier acontecimiento carezcan de valor real.
Es por ello, que en mi caso aprecio mucho más la crónica o el reportaje, y por lo general, su longitud la hace más idónea para la televisión, los dominicales o las revistas, mientras que en la red es prácticamente inexistente, ya que leer en el ordenador una información más completa satura y cansa más fácilmente que cuando se lee una noticia impresa. No se pueden negar las virtudes de la red, ¿pero estamos realmente más informados y somos más cultos que nuestros antepasados? Yo diría que no, ya que la red se usa principalmente como un medio de comunicación en el que se valora la inmediatez, no la profundidad de los contenidos.

jueves, 19 de abril de 2007

El corazón de Europa es de chocolate

La segunda parte de mi viaje me llevó hasta el corazón de Europa: Bruselas. Una ciudad donde la pluralidad lingüística supone un atractivo y al mismo tiempo un fuerte contraste con respecto a Londres. Considerada como una ciudad de paso, los habitantes de Bruselas proceden de todas las partes de Europa y usan indistintamente a diario al menos dos o tres idiomas. De aspecto institucional, los edificios en Bruselas resultan imponentes y todo un símbolo de la construcción económica y social europea. De esta manera, los dos puntos referenciales por antonomasia son el Parlamento y el Palacio de Justicia, este último se divisa desde prácticamente cualquier punto de la ciudad. Asimismo, también hay otros edificios y monumentos que son de un valor arquitectónico e histórico imprescindible, sobre todo “La grande place”, un auténtico espectáculo visual resultante de la mezcla del gótico, el barroco y el renacimiento. La plaza, considerada como el centro neurálgico de la ciudad, donde se condensa el mayor número de turistas, es un símbolo del gremio de artesanos y comerciantes que surgieron en torno a ella durante la edad media. De hecho, hoy en día aún se pueden encontrar símbolos en los edificios que representan un determinado tipo de corporación comercial. En esta plaza mayor, destruida en diversas ocasiones, el edificio más antiguo es el ayuntamiento, que data de 1455. El resto ha sido reconstruido sucesivamente a lo largo de su historia.


En el museo municipal de la ciudad se pueden encontrar también los trajes hechos a medida de uno de los personajes más populares y excéntricos de la ciudad, el Manneken Pis (que significa en flamenco: niño que orina), una estuilla de bronce de unos 50 centimetros que simboliza el espíritu travieso y transgresor de la ciudad. Una vez a la semana (no lo recuerdo con exactitud) le visten con un traje, en mi caso tuve la oportunidad de verle desnudo y también vestido con una traje de submarinista, lo que resultaba realmente cómico. Hace unos años, fruto de las protestas feministas surgió su réplica en femenino, Jeanneken pis, mucho menos conocida que el anterior.

Pero sin duda alguna, lo mejor de esta ciudad son sus calles, inundadas por un olor de chocolate que alimenta los sentidos. Las chocolaterías son escaparates que se prolongan de manera interminable a lo largo y ancho de la ciudad. Hablar de competencia real entre los comerciantes resultaría absurdo, puesto que la gran variedad y la originalidad de los puestos hacen que entres en las tiendas y no puedas evitar caer en la tentación de probar y sumergirte en el placer orgásmico que supone degustar bombones y dulces, de texturas, colores y formas diferentes. El maestro chocolatero por excelencia vive en esta ciudad, Pierre Marcolini, que ha hecho del chocolate un auténtico arte culinario y visual.

Gracias a mi guía particular, mi amiga Julie, que actualmente vive y trabaja en Bruselas, conocí el local “l’ultime atome”, un restaurante-pub frecuentado asiduamente por la famosa escritora belga Amélie Nothomb. El nombre del local es un juego de palabras. En francés significa “el último átomo”, que hace referencia a otro monumento de la ciudad “l’atomium” (estructura metálica que representa 9 átomos aumentados 150 billones de veces) pero que también significa “el ultimátum”. Julie fue una excelente anfitriona y tuvimos la oportunidad de ponernos al día. Eso es lo bueno de nuestra amistad, que ya perdura desde hace casi 10 años y se revitaliza cada vez que nos encontramos, por mucho tiempo que haya pasado. Ella también tiene un corazón de chocolate.

viernes, 13 de abril de 2007

Una mariposa en Londres

Tras 12 horas de retraso aéreo y con los sentidos dormidos, mi primera visión de Londres es nocturna. La ciudad aparece ante mí tal y como siempre la había imaginado, una ciudad rica y cosmopolita que desprende un dinamismo incesante, incluso a las dos de la madrugada. Un lugar donde predomina el mestizaje sin llegar a representar del todo el espíritu europeo. El valor de la moneda es lo primero en marcar las distancias, ya que viajar y vivir en Londres resulta desorbitado. El taxi que me veo obligada a coger tras llegar desde Luton en autobús me cuesta nada menos que 44 pounds, prácticamente lo que me ha costado el billete de avión, pero el viaje vale la pena. Mis ojos se abren de par en par y rastrean las calles que hasta entonces sólo existían en mi imaginario literario y cinematográfico.

Los días siguientes se convierten en un continuo descubrimiento donde intento saborear, oler e impregnarme de una cultura nueva y un ritmo de vida más próximo a Estados Unidos que a Europa. La lengua dominante es el inglés, y las señalizaciones tanto en los museos, en la calle o en el aeropuerto son exclusivamente en inglés. El esfuerzo de los ingleses por hablar otro idioma es mínimo o nulo, algo que en parte me resulta comprensible debido a la hegemonía internacional del inglés en el ámbito económico y comercial, pero que desde mi punto de vista se aleja de mi concepto personal de lo que representa hoy en día ser un ciudadano europeo. Mi gran suerte es conocer a Karen, una buena amiga inglesa que tuve la oportunidad de conocer en Italia y que contradice el prototipo inglés serio, distante y monolingüe que algunos pueden tener de los ingleses. Conocedora de 4 idiomas, vital y sensible, alegre y con sentido del humor Karen hace que mi viaje sea una experiencia donde las costumbres y los detalles no pasan inadvertidos. Durante cuatro días Karen me ofrece su cariño y hospitalidad, además de su compañía en una ciudad donde el ritmo es trepidante.

Visitamos los museos más emblemáticos, como The Nacional Gallery, allí tuve la oportunidad de ver pinturas de Turner y descubrir las obras de un pintor inglés que hasta entonces me era desconocido: Thomas Gainsborough. También allí encuentro a viejos conocidos: Rubens, Velázquez, Boticelli, Renoir... y tantos otros. Pintores todos ellos de épocas muy diferentes, pero cuyos cuadros siempre te dejan atrapado. The Modern Tate y The British Museum también hicieron parte de mi itinerario, aunque la visita resultó fugaz, al carecer del tiempo necesario. El sol y los atardeceres esplendidos nos acompañaron durante esos días, algo imprevisible y que rompió totalmente mis esquemas. Visitamos parques míticos, el Parlamento, la catedral de Sant Paul, recorrimos Oxford Street y nos perdimos en Greenwich por unas horas. En tiempo record conseguí patearme la ciudad, atraversar todos los puentes, cruzar fronteras mentales idiomáticas y superar malentendidos, relacionarme con ingleses y no ingleses... Y es entonces cuando recordé que la mejor cura es viajar a través del tiempo y el espacio, más allá de las barreras mentales o físicas que nos separan. De pronto cambio de piel y por unos días me siento distinta, como una crisálida que se convierte en una mariposa.

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