viernes, 29 de agosto de 2008

Visita al Mont Saint Michel, en la Bretaña francesa (25-08-2008)

La masa de "peregrinos-turistas" por poco acaba con nosotras. Lo importante es que hemos sobrevivido y que a pesar de lo impresionante que resulta el Mont Saint Michel, no hemos decidido hacernos monjas. Al contrario. Queremos vivir con intensidad, arriesgar nuestra vida enfrentándonos a mareas y navegando a bordo de pesqueros... Enfin, el caso es que un lugar tan espiritual y a la vez tan turístico provoca sentimientos encontrados. Por un lado, la sensación de que algo grandioso impulsó a los hombres durante siglos a contruir una obra arquitectónica sin precedentes, llenos de fe y deseos de alcanzar la perfección. Y por otro lado, la sensación de que el capitalismo se lo traga todo, y que es capaz de buscar el negocio incluso en lo que en un principio pretendía ser un símbolo de la salvación del alma y el sosiego de los monjes benedictinos. ¿Estuvimos en una abadía o en un parque de atracciones? Me gustaría quedarme con la intención primera, con la caprichosa naturaleza que colocó un monte en medio de la nada. Eso merececía una abadía, sí señor. Es decir: un poco de espiritualidad.



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