miércoles, 24 de febrero de 2010

Amnesia lúcida

Entre sueños recordé que había olvidado. Las imágenes del pasado se hicieron nítidas y recobraron la intensidad perdida. Y entonces desperté.
El recuerdo de los sentimientos de antaño persistió unos segundos más, debatiéndose entre las tinieblas de la noche. Me revolví en la cama y dí un par de vueltas más, embargada por una tristeza súbita y somnolienta.
Es curioso. El tiempo borra las huellas de quienes en su día fueron el centro de las cosas y los causantes de sentimientos profundos y verdaderos. El olvido, un hábil mecanismo de defensa. Una estratagema urdida entre las bambalinas del dolor. Y sin embargo, aquellas personas a las que más quisimos, o creímos querer en su día, nos dejaron una impronta que hicieron de nosotros lo que somos hoy. El dolor y la felicidad a menudo se dan la mano.
Los años de plenitud compartidos junto a alguien nos dejan pequeñas cosas que entran a formar parte de nuestra identidad. Aunque permanezcan agazapadas en medio de la noche y nos sobresalten de madrugada. Aparecen siguiendo el rastro del café humeante de media tarde, detrás de una canción que hace tiempo que no escuchabas, o incluso en la lectura de alguna palabra escondida en las esquinas de la ciudad o impresa en las páginas de algún libro. Una sola palabra, capaz de marcar el principio y el fin de algo: Metamorfosis.

3 comentarios:

Karen Burke dijo...

Ah, si... L'idea che noi siamo formate dalle persone che vanno e vengono nella nostra vita.

EL RINCÓN DE LAS LETRAS dijo...

Sí, vero!... e anche la nostra capacità per dimenticare i sentimenti. Cosi sopraviviamo al fallimento.

anna dijo...

queste persone ci arricchiscono? o ci feriscono, indeboliscono?
sono l'eterno termine di paragone che rende il presente insoddisfacente o ciò che ci spinge a capire effettivamente cosa pretendiamo nella nostra vita? probabilmente, entrambe le cose.

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