Delante de mi se levantó el telón y pude ver un escenario lleno de rostros conocidos. Allí estaba el turco Memet y su habilidad para venderme una bicicleta, tres sartenes y una cacerola en medio de la calle. También estaba allí ´el fumeta´ albino que me observaba con mirada soñadora, mientras me narraba sus planes de ir algún día a la India. A su vez, un amigo escocés me tendió la mano, para subir al escenario con él y recorrer un bosque frondoso, según él plagado de serpientes. Entre bambalinas me perdí y encontré el decorado de un castillo en ruinas y una ruta por carretera siguiendo la línea azul del cielo hasta la costa. Mientra tanto, en las cortinas del telón apareció una letra ´eñe´ que se balanceaba perdida, incapaz de encontrar el teclado adecuado.
Muchas historias se habían quedado sin narrar, muchos personajes pertenecían ahora a otra realidad paralela. Pero lo más importante estaba todavía en la memoria. Ésa que nos permite retroceder en el tiempo y rescatar algunos momentos felices, capaces de hacernos sonreír de nuevo en los momentos difíciles. Tranquila en el hogar, por fin, junto a 'Penélope'. Aunque quizás alguna vez volviese a abandonarla, para navegar de nuevo a bordo de un velero, hacia un escenario lleno de nuevos personajes. Llegado el caso, me llevaría conmigo a la letra ´eñe´ bien amarrada, esta vez en forma de ancla.