¿Ha venido hoy la señora doña ficción a intentar seducirte? Algunos dicen que últimamente va muy maquillada y lleva falda corta, para intentar seducir mejor. Vino a verme el otro día, lamentándose acerca de que ya nadie la quiere como antes. “la gente se ha vuelto muy realista y pesimista con este de la crisis, ¡che!...” me espetó apesadumbrada, con un fuerte acento argentino. Últimamente se pasea amenudo por ese país, donde dicen hay un mayor número de ingeniosos y buscavidas debido precisamente a las sucesivas crisis. De ahí que se le haya pegado el acento…
Quizás las palabras de los escritores y las mentes de los lectores al juntarse hacen posible el milagro o la magia de la doble creación.
Por un lado, la interpretación del lector, que evoca sus propias imágenes al leer, y por otro, la voz del escritor, que quiso volar alto, traspasar barreras y comunicarse con “otros” en busca de una reacción. En busca de ese “toc-toc” que abra puertas a la reflexión y al diálogo. A veces lo consigue, otras no...
Lo que está claro, es que el protagonista de las mejores historias es siempre el lector. Hace suyos los recuerdos ajenos, remodela el imaginario ajeno con el suyo propio. Y hace posible que las palabras de otros dejen de tener dueño, para transformarse en imágenes adaptadas y personalizadas a sus propias vivencias.
En la literatura, los derechos de autor es un invento que nos remite al dinero, al ego y a la vanidad del escritor. Pero no nos engañemos. El lector siempre es el destinatario- creador final y, por lo tanto, el protagonista indiscutible. Porque sin él, no hay obra ni posteridad. No hay razón de ser para la creación original. Por mucho que una obra esté escrita, publicada y encuadernada. ¿Quién fue el primero y el último en retomar las palabras de otros para crear algo nuevo a su vez? Somos el producto de lo que vemos, leemos y oímos.
Mis reverencias al lector, que se apropia de vez en cuando de las palabras y las hace revivir con cada lectura. Sin él, miles de historias morirían antes de empezar.
Empezando por esta reflexión. Ahí va una propuesta de seducción literaria: “Los cuadernos de Don Rigoberto” de Vargas Llosa.
¿Queréis proponer otros títulos que os hayan seducido?...
Quizás las palabras de los escritores y las mentes de los lectores al juntarse hacen posible el milagro o la magia de la doble creación.
Por un lado, la interpretación del lector, que evoca sus propias imágenes al leer, y por otro, la voz del escritor, que quiso volar alto, traspasar barreras y comunicarse con “otros” en busca de una reacción. En busca de ese “toc-toc” que abra puertas a la reflexión y al diálogo. A veces lo consigue, otras no...
Lo que está claro, es que el protagonista de las mejores historias es siempre el lector. Hace suyos los recuerdos ajenos, remodela el imaginario ajeno con el suyo propio. Y hace posible que las palabras de otros dejen de tener dueño, para transformarse en imágenes adaptadas y personalizadas a sus propias vivencias.
En la literatura, los derechos de autor es un invento que nos remite al dinero, al ego y a la vanidad del escritor. Pero no nos engañemos. El lector siempre es el destinatario- creador final y, por lo tanto, el protagonista indiscutible. Porque sin él, no hay obra ni posteridad. No hay razón de ser para la creación original. Por mucho que una obra esté escrita, publicada y encuadernada. ¿Quién fue el primero y el último en retomar las palabras de otros para crear algo nuevo a su vez? Somos el producto de lo que vemos, leemos y oímos.
Mis reverencias al lector, que se apropia de vez en cuando de las palabras y las hace revivir con cada lectura. Sin él, miles de historias morirían antes de empezar.
Empezando por esta reflexión. Ahí va una propuesta de seducción literaria: “Los cuadernos de Don Rigoberto” de Vargas Llosa.
¿Queréis proponer otros títulos que os hayan seducido?...
5 comentarios:
Creo que, a pesar que el lector tenga la posibilidad de fusionar la lectura con sus propias vivencias y por tanto realizar una experiencia personal, diferente a la que pudieran hacer otras personas, la obra literaria tiene su valor en sí misma y trascenderá en la medida de su calidad y con independencia del que la recibe. El objeto primero y tal vez el único de una obra literaria cualquiera es satisfacer la necesidad de expresión del propio sujeto que la escribe y lo hace como un acto de afirmación, como un vómito, sin importarle mucho en ese momento que alguien pueda llegar a leerlo o no; el hecho se consuma en sí mismo y aunque la trascendencia puede que sea el móvil último de ese acto, creo que no tiene destinatario alguno.
Me alegra al menos que alguien opte por participar y debatir. Ya era hora.
Estoy de acuerdo contigo cuando afirmas que la escritura es un medio de expresión en si mismo.
Pero creo, que la mayoría de los escritores (sobre todo en la actualidad, y sobre todo cuando lo que escriben no adopta la forma de diario personal) desean compartir y llegar a otros. El que no desea algo así, no opta por intentar publicar y tampoco se presenta a concursos literarios. En primer lugar, el acto de la publicación está indicando que el autor desea probablemente obtener dinero y un reconocimiento, y para ello tiene que tener la capacidad de llegar a otros. Si su deseo último es puramente desahogarse o vomitar lo guardará en un cajón hasta que experimente el deseo de volver a hacerlo.
Supongo que, ambas funciones están ahí, y que a veces el escritor prefiere guardarlo para sí mismo, y otras prefiere compartir, empatiza y comunicarse.
Con esto quiero decir, que los escritores y las personas, en general, buscamos destinatarios. Y que los libros no viven por sí solos. Necesitan de lectores que les den sentido, aunque sea el suyo propio. Por lo menos, aquellos que están publicados y pululan por las estanterías llenos de polvo.
Aquí un sitio web que permite descargarse libros gratuitamente:
http://libroslibresmusicalibre.blogspot.com/2008/05/las-mejores-100-novelas-de-la-lengua.html
me alegra ver que quitó los puntos de colores. veo que la reina roja le dio buenos consejos (fue ella ¿no?)
por otro lado, señorita, la ficción es banal cuando hay realidad que debemos conocer.
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