Miradas de dolor, alucinación, odio y pesadumbre. La narración recrea el drama humano vivido durante la batalla de Nankín, en la que alrededor de 300.000 chinos acorralados encontraron la muerte, a manos del ejército japonés en el invierno de 1937.
La película, que se estrena en nuestro país el próximo 12 de marzo, retoma un tema controvertido y delicado, que sigue provocando polémica en relación a las atrocidades perpetradas por el ejército japonés, que cometió crímenes de guerra, torturas, violaciones y fusilamientos sistemáticos de la población, durante el asedio a la ciudad de Nankín.
Lu Chuan abandona la polémica de las estadísticas y otorga una identidad a las chinos que se enfrentaron al horror, desde la dignidad. Unos personajes que luchan por mantenerse fieles a sus valores, y que buscan sobrevivir conservando su integridad ante lo inconcebible. En ese sentido, la cámara es capaz de desarrollar un lenguaje propio y desafiante, sin necesidad de recurrir a las palabras.
La narración nos sitúa en un escenario desolador, donde contrasta la crueldad y el sadismo del ejército japonés, y su capacidad para evadirse y festejar la vida en medio del horror. Las tradiciones japonesas nos muestran un punto de vista primitivo y tribal de la guerra. En un contexto donde la vida de pronto no vale nada para unos, y donde por el contrario, adquiere una dimensión fundamental para otros.
Un viaje a los infiernos que encuentra eco en ambos bandos, por un lado a través de los ojos de un soldado japonés, que cumple con las obligaciones de la guerra desde la incomprensión de los actos de barbarie que se cometen. Por otro lado, desde los ojos de quienes piensan en sobrevivir, pero no a costa de perder la cordura como seres humanos.
A pesar de la violencia y la devastación, el director deja lugar para la esperanza y el amor a la vida. El sonido de una carcajada infantil final se materializa por encima del drama. La esperanza de quienes consiguen sobrevivir a la aniquilación, mediante la integridad, y de quienes a través de actos redentores regalan la vida y la libertad.