En un entorno cambiante, donde hay un continuo fluir de personas y culturas, resulta difícil establecer cuales han de ser las principales líneas de actuación a la hora de hablar de gestión y cooperación cultural internacional.
Sin embargo, a pesar de las dificultades existentes para definir en que consiste exactamente la cooperación cultural en un mundo cada vez más globalizado y cambiante, Alfons Martinell, director de la cátedra de la UNESCO de Gestión cultural de la Universitat de Girona, expresó recientemente, en una ponencia en la Fundación CAI, en Zaragoza, la necesidad de no olvidar las diferentes áreas de actuación posibles, a la hora de hablar de cooperación cultural entre los pueblos.
Por un lado, tenemos la tradicional y eterna “promoción cultural” propia de un mercado cultural español en auge, cuyo objetivo es la difusión y divulgación de toda expresión cultural significativa, desde una perspectiva plural y multicultural. Todo ello, a parte del interés económico evidente de vender España en el exterior, conlleva la necesidad de proyectar una imagen de nuestro país, alejado en lo posible de los clichés indeseables y convencionales, que nos han venido persiguiendo durante décadas.
En un mundo donde nunca antes resultó tan fácil viajar, tanto por el espacio físico y real como por el espacio virtual y tecnológico, la cooperación cultural ha de ser un diálogo entre interlocutores dispuestos a ponerse en la piel del otro, y donde se consideren todos los actores culturales implicados, además de los institucionalmente reconocidos.
Por ello, cooperar debe adquirir un significado que vaya más allá de la promoción y sirva para recoger otras variantes y maneras de proceder culturalmente de otros países, potenciar los canales que permitan a los países menos desarrollados, financiar y difundir su propia cultura más allá de sus propias fronteras. Sobre todo, aquellos países, quizás, económicamente pobres, pero culturalmente muy ricos.
En el intento de trasladar nuestra cultura al exterior, el viaje siempre supone la oportunidad de regresar siendo “otro”. Porque “la cooperación es un viaje de ida y vuelta”, según Alfons Martinell, y supone la mezcla e implicación de actores diferentes en un mismo proyecto, que deberían relacionarse de una manera multilateral y abierta, para lograr un mayor entendimiento y sacar adelante proyectos culturales interesantes para el conjunto de la sociedad.
Sin embargo, a pesar de las dificultades existentes para definir en que consiste exactamente la cooperación cultural en un mundo cada vez más globalizado y cambiante, Alfons Martinell, director de la cátedra de la UNESCO de Gestión cultural de la Universitat de Girona, expresó recientemente, en una ponencia en la Fundación CAI, en Zaragoza, la necesidad de no olvidar las diferentes áreas de actuación posibles, a la hora de hablar de cooperación cultural entre los pueblos.
Por un lado, tenemos la tradicional y eterna “promoción cultural” propia de un mercado cultural español en auge, cuyo objetivo es la difusión y divulgación de toda expresión cultural significativa, desde una perspectiva plural y multicultural. Todo ello, a parte del interés económico evidente de vender España en el exterior, conlleva la necesidad de proyectar una imagen de nuestro país, alejado en lo posible de los clichés indeseables y convencionales, que nos han venido persiguiendo durante décadas.
En un mundo donde nunca antes resultó tan fácil viajar, tanto por el espacio físico y real como por el espacio virtual y tecnológico, la cooperación cultural ha de ser un diálogo entre interlocutores dispuestos a ponerse en la piel del otro, y donde se consideren todos los actores culturales implicados, además de los institucionalmente reconocidos.
Por ello, cooperar debe adquirir un significado que vaya más allá de la promoción y sirva para recoger otras variantes y maneras de proceder culturalmente de otros países, potenciar los canales que permitan a los países menos desarrollados, financiar y difundir su propia cultura más allá de sus propias fronteras. Sobre todo, aquellos países, quizás, económicamente pobres, pero culturalmente muy ricos.
En el intento de trasladar nuestra cultura al exterior, el viaje siempre supone la oportunidad de regresar siendo “otro”. Porque “la cooperación es un viaje de ida y vuelta”, según Alfons Martinell, y supone la mezcla e implicación de actores diferentes en un mismo proyecto, que deberían relacionarse de una manera multilateral y abierta, para lograr un mayor entendimiento y sacar adelante proyectos culturales interesantes para el conjunto de la sociedad.