Comedia y tragedia se dan la mano estos días en el teatro Abadía, en un homenaje al arte interpretativo corporal a través de las máscaras y el mimo de los personajes de la obra “Teatro Delusio”, de la compañía “Familie Flöz”. En esta ocasión, las bambalinas se convierten en el escenario ideal para narrar simultáneamente lo visible y lo invisible en una representación teatral, a través de la música y la sutileza de la expresión corporal. La preparación del espectáculo y la recreación del sueño teatral detrás del escenario se convierten en si mismos en la esencia de la comedia. Allí donde empieza el sueño, en la parte trasera de un escenario, se esconden las aspiraciones y los deseos de quienes anhelan su parte de protagonismo en el mundo mágico de la interpretación.
El espíritu travieso del teatro es homenajeado y contagia a quienes lo viven en primera persona, a quienes lo observan desde la parte trasera del decorado y, por último, al público, que se convierte en cómplice y a su vez en protagonista activo de la obra. Quizás, parodia de la sociedad misma, donde el trabajo anónimo de unos contribuye a un resultado final cuyo reconocimiento es tan sólo para unos pocos, se nos muestran las vivencias y secretos de quienes, a pesar de las frustraciones personales, tienen la habilidad de convertir la tragedia cotidiana en comedia. El juego de las máscaras hace posible que tan sólo tres actores consigan encandilar al público mediante un desfile incesante de personajes, que no dejan tregua a la atención del espectador.
El espíritu travieso del teatro es homenajeado y contagia a quienes lo viven en primera persona, a quienes lo observan desde la parte trasera del decorado y, por último, al público, que se convierte en cómplice y a su vez en protagonista activo de la obra. Quizás, parodia de la sociedad misma, donde el trabajo anónimo de unos contribuye a un resultado final cuyo reconocimiento es tan sólo para unos pocos, se nos muestran las vivencias y secretos de quienes, a pesar de las frustraciones personales, tienen la habilidad de convertir la tragedia cotidiana en comedia. El juego de las máscaras hace posible que tan sólo tres actores consigan encandilar al público mediante un desfile incesante de personajes, que no dejan tregua a la atención del espectador.